"En el amor, en la cárcel o en el hospital, recordemos que afuera hay otros mundos".

Adolfo Bioy Casares




En el rincón más alejado de mi memoria

No recuerdo haber escrito un texto de este blog en el día... no en el día de este lado del mundo. La noche siempre ha sido testigo y cómplice de cada letra que emana de estas manos.

He recorrido ya varios teclados, desde aquella PC que en su momento fue lo más novedoso en tecnología, pasando por lap tops y, en algún momento, escribí alguna vez un borrador desde un smartphone.

Tantas madrugadas, tantas letras, tantos teclados, tantos años...

Ahora me resulta un tanto absurdo venir de vez en vez a plasmar recuerdos desde un lugar al que tú y yo dejamos de coincidir hace ya muchos años.

A veces me acuerdo de ti pero los recuerdos se hacen cada vez más lejanos y borrosos, he dejado de recordar las palabras exactas de cada momento, las fechas, los aromas, nombres, tu voz, tus manías, los recuerdos que compartiste en su momento conmigo.

Quizá debí abrazarte más fuerte y más prolongado esa última o penúltima vez que se ha ido de mi memoria. O tal vez debí guardar cartas, mails, conversaciones enteras para recordar la estructura de tu discurso. Quizá debí besarte con más pasión o decirte mil veces que te amaba. Nunca acumulamos los recuerdos suficientes, ni nos tomamos fotografías porque creíamos que estaríamos una vida entera construyendo memorias juntos y mirándonos cada día al despertar. Ingenuamente creíamos que jamás nos convertiríamos en un recuerdo lejano y difuso en la mente del otro.

Y aquí estamos ahora. ¿Tú te acuerdas de mí? ¿También llegaron personas a tu vida para ocupar un espacio en tu cabeza, corazón y recuerdos y desplazarme poco a poco? ¿También me he convertido en un vago y lejano recuerdo? 

Estoy tratando de salvar entre el lejano rincón de mis recuerdos algo de ti, ¿por qué o para qué? No lo sé. No sólo te convertiste en un recuerdo: eres un recuerdo que estoy tratando de rescatar en mi memoria.


¿Feliz? 2021

 No he pasado por aquí en varios meses. Estaba en ese reto de escritura que no terminé y la pandemia me agarró en medio de todo eso. Contrario a lo que le sucedió a gran parte de mis conocidos, la situación mundial me favoreció enormemente. Pensaba que el 2020 sería tan horrible como lo fue el 2019, ese maldito año lo voy a recordar con amargura, las pocas cosas malas que me pasaron ese año repercutieron en muchos aspectos de mi vida, por muchos meses hasta que el 2020 llegó a mejorar todo: puse un poquito más de orden en mi vida (todavía estoy en eso), conseguí trabajo remoto y, aunque se acabe el confinamiento conservaré esa modalidad de trabajo la cual me dejó más tiempo del que hubiera podido pedir en muchos años, reforcé lazos de amistad pese a la distancia, pude escaparme un par de ocasiones al bosque, conocí a pocas personas este año, probé cosas diferentes, aprendí otro poco más, replanteé algunas cosas respecto a mi vida futura. El 2020 me dio un panorama esperanzador mientras el mundo se iba - y todavía se va - al carajo. Le agradezco infinitamente a mi pareja por su amor y paciencia, por su tiempo y por esas cosas que ha aportado a mi vida, seguramente piensa que no me gusta su música pero justo estoy escuchando una de las canciones que suele escuchar mientras estoy escribiendo estas palabras. Es como un pequeño homenaje hacia él.

Aunque el 2020 fue bueno para mí, estos últimos días he sentido una enorme incertidumbre, de pronto el futuro dejó de ser claro y visible para mí, tengo el presentimiento de que algo no va a salir bien en este año, no tengo expectativas y tengo la sensación en mi pecho de que tendré una pérdida muy grande.

Ojalá pueda conservar estos trabajos que tengo, que haya buena comunicación con aquellos a los que amo, espero no contraer el virus (o al menos creo que no lo he tenido, debo hacerme una prueba para descartar), deseo que todos mis amigos, conocidos y aquellos que están leyendo esto se encuentren bien en este año y los que vienen.

Ya vendré en algunos meses a plasmar algo. 


PD: Sigo recordando cada 24 de abril, pero los anteriores los he escrito en papel.

Los amantes del círculo polar o el desencanto del amor

 Esta película es de 1998, para ese momento yo tenía unos 6 años de vida pero no fue a esa edad cuando vi la película, quizá la vi 3 o 5 años después porque una prima mía -10 años mayor que yo- la rentó en su momento (aún no existía ni la piratería ni las plataformas de streaming como Netflix).

Quizá hay quienes ya vieron la película y seguro los hay quienes no.

La historia es simple: Ana y Otto se conocen desde niños y sus vidas están ligadas a través del tiempo. Ana cree en las casualidades y espera la más grande de su vida; Otto cree que la vida es un círculo que debe ser completado, sin embargo aún no termina de completar el suyo. ¿Es una historia de amor? Lo es, pero no es una historia convencional donde chico conoce a chica, hay villanos y dramas sumamente elaborados. No. Esta es una historia donde las circunstancias de la vida unen y separan a Otto y Ana.

La película puede resultar sumamente lenta e incluso puede llegar a aburrir. A mí nunca me aburrió y la disfruto tanto como la primera vez, aunque la primera vez yo era muy joven y no la entendí del todo pero me dejó sumamente intrigada y pasaron muchos años para que la volviera a ver, con más años encima y con otros ojos.

Pese al ritmo lento de la película, no dejaba de prestarle atención. Yo la vi esperando que tuviera un final feliz (no haré spoilers). Mientras más avanzaba la película y más se separaban Ana y Otto, más ganas tenía de ver el final, ¿Cómo podían terminar juntos si cada vez la distancia geográfica y emocional los separaba? ¿Cómo podía esa historia tener una final feliz? Recalco que yo tenía menos de 13 años cuando vi la película, hasta ese momento había crecido viendo comedias románticas bobas hollywoodenses y miles de telenovelas donde el drama está a la orden del día pero al final las circunstancias juegan en favor de Thalía o de quien fuera la actriz del momento para que el amor triunfe por sobre todas las cosas y los protagonistas tengan su boda y un "vivieron felices para siempre". Yo había crecido con todo eso, así que imaginarán el desencanto que tuve cuando vi el final y vi cómo la vida misma es quien juega una jugarreta, que somos víctimas de nuestras propias decisiones y que el amor no es como lo pintan esas historias bobas de gente blanca y privilegiada.

Estuve en shock por varios días después de que vi Los amantes del círculo polar, por una parte sentí la bofetada de saber que la vida no tiene un final feliz, el amor no es incondicional, que existen formas diferentes de amar y nada tienen que ver con el amor romántico. Evidentemente esas cosas las olvidé con el tiempo y al enamorarme perdidamente pocos años después.

Después de amores y sinsabores volví a encontrarme con esta película y la entendí mejor, si es que hay algo que entender de ella o es que cada quien la interpreta como le va en la vida.

Esta película de alguna manera marcó mi gusto cinéfilo, desde entonces busco historias así: crudas, reales, lacerantes, palpables.

Día 17: algo que no te gusta hacer

En realidad son varias las cosas que no me gusta hacer como levantarme temprano, usar el transporte público o comer aceitunas ocultas en alguna comida.
Hay una cosa en particular que es una constante en mi vida: tener una rutina.

Tener una rutina y estar encerrada sin hacer nada es una de las cosas que no tolero. La segunda la puedo sobrellevar siempre y cuando tenga internet y mucha curiosidad por aprender algo nuevo.

La rutina mata. Soy una persona que gusta de estar en constante movimiento, conociendo lugares y personas nuevas. Fue esta inquietud la que me motivó y me llenó de valentía para animarme a viajar, primero en grupo, después en solitario. 

Hubo un punto de mi vida en el que me abrumaba ver el mismo paisaje desde la ventana del colectivo, comer lo mismo de siempre, hablar con las mismas personas de lo mismo y despertar siempre en el mismo lugar. Un día no toleré más esa rutina tan mecánica y comencé a planear viaje tras viaje y a enfocar todos mis esfuerzos para poder hacerlo, así fui conociendo otras ciudades y comidas de mi propio país, después me atreví a cruzar fronteras y viajar en solitario, lo cual me ayudó bastante para poder entablar conversaciones con desconocidos, me arriesgué a confiar en extraños y a mantener mis precauciones y, sobre todo, no ignorar a mi instinto.

Cuando no tengo la posibilidad de viajar trato de cambiar algunas de mis rutinas, por ejemplo, tomar una ruta distinta para llegar al trabajo o a casa: a veces uso el tren, a veces el colectivo.

Cuando me canso de comer lo mismo trato de probar con una receta nueva en YouTube (justo hoy me animé a hornear un panqué de plátano con nuez y, hace un par de días, hacer helado de mango).

Si la economía me lo permite, tomo algún curso presencial sobre algo que me interese, por ejemplo, hace dos años me animé a tomar clases de portugués para perfeccionar el idioma y, de paso, conocí a personas excepcionales ahí, me ayudó mucho por esa época salir un poco. Fue la misma exasperación por la rutina lo que me llevó -hace años- a estudiar portugués de manera autodidacta y con los años fui mejorando, pese a que no estudiaba diario.

Suelo aburrirme muy rápido de la música que escucho, así que estoy abierta a propuestas musicales aunque no todas terminan siendo de mi agrado. Hasta la fecha sigue sin gustarme el metal. Justo en este momento, mientras escribo esto, YouTube me acaba de recomendar a un Mac DeMarco, vamos a ver qué tal.

Respeto mucho a esas personas con rutinas muy marcadas que siguen religiosamente, que viven en su zona de confort. 
Aunque quisiera tener una rutina, a veces siento la necesidad de modificarla aunque sea un poco.


Día 18: la primera vez que rompiste algo

Más específico: un corazón, una ley, un hueso, una promesa.

Me he atrasado bastante con este reto, pero aquí sigo.

No soy de romper leyes aunque no niego que alguna vez participé con dinero para darle a un policía y que nos dejara libres después de que nos detuvo por alguna infracción que supuestamente cometimos los amigos y yo en el auto, nunca tuvimos claro qué fue lo que hicimos mal pero era bastante obvio que esos policías sólo querían dinero y nosotros fuimos los incautos a los cuales se les ocurrió detener. Eso lo recuerdo bastante bien. Regresábamos de un viaje de fin de semana, por ahí de noviembre del 2012, de ese viaje recuerdo muchas cosas, la mayoría cosas agradables. Tal vez no rompimos la ley pero la evadimos con dinero.

Hasta la fecha no me he roto ningún hueso. He sufrido de esquinces, contracturas, torceduras... pero una fractura, no. Quizá en unos años tendré un accidente y esta suerte que he presumido hasta el momento llegará a su fin.

No tengo memoria de cuándo fue la primera vez que rompí un corazón pero estoy consciente de que  lo he hecho, sé a qué personas les he hecho algún mal pero no sé cuándo ni cómo fue que lo hice.
Rompí corazones a temprana edad, fui y tal vez sigo siendo el amor no correspondido de algunas personas. Me he disculpado con algunos por haberles roto el corazón, como aquel chico en la secundaria que esperó pacientemente por dos años hasta que su mejor amigo terminara conmigo pero no fue correspondido. O aquel amigo con el que pasaba tardes enteras charlando escondidos de los demás, supe que quería pedirme que fuera su novia, pero yo huí.

He roto muchas de mis promesas pero no recuerdo con exactitud cuál fue la primera que rompí. Sé que no he ido a fiestas de mis amigos, no cumplí alguna promesa que le hice a algún amor. Quizá en algún punto de mi vida prometí no olvidar a alguien y sin embargo lo he hecho. Alguna vez prometí seguir escribiéndole a alguna persona (no necesariamente un amor), también prometí seguir enviando postales pero se me fue la motivación cuando mis destinatarios dejaron de avisarme cuando les llegaban mis postales e incluso me ofendió el hecho de que dejaran de agradecerme por ellas.
Una vez le prometí a un viejo amor que iría a la exposición a la que él había ido, porque según tenía preparada una sorpresa para mí. Nunca fui y nunca supe qué era lo que tenía planeado para ese día.


Día 19: rituales matutinos

Describe tus rituales matutinos en tercera persona.

Ella no tiene rituales después de despertar. Cada día es diferente y, dependiendo el día, la rutina puede ser matutina o vespertina.

Y la verdad es que me da pereza describir cada una de esas rutinas.

Día 20: escribe sobre el lugar que amas

Definitivamente este es un texto muy complicado para mí, me resulta más complicado que lo que escribí al principio del reto.

Tengo demasiados lugares que amo, con los que sueño recurrentemente, lugares que quisiera visitar una vez más en mi vida o lugares cuyo recuerdo me hace sentir paz. Es muy difícil decantarme por uno así que haré una breve lista de lugares.

El bosque de Milpa Alta 
A este lugar procuro volver cada año en época de lluvias para recolectar hongos y acampar. Generalmente en esa época del año estoy estresada o algo pasa. Caminar por el bosque, respirar el aire puro y estar desconectada de la tecnología es algo que disfruto de ahí, además de la quietud de la noche y poder contemplar el cielo.
Hace unos años fui al bosque a acampar y, además de que nos salvamos de una tormenta eléctrica que parecía inminente, al oscurecer aparecieron cientos de luciérnagas que dieron un espectáculo increíble.
Parece que todo mal desaparece una vez que me adentro en el bosque.

Montevideo, Uruguay
Esta ciudad es uno de mis lugares favoritos porque superó por completo mis expectativas: yo llegué con miedo a esa capital y, con el pasar de los días, la descubrí poco a poco. Tenía miedo de que fuera una ciudad enorme y poblada como Buenos Aires pero, aunque Montevideo tiene infraestructura moderna, la población es muy baja. Me encantó que fuera una ciudad pequeña, moderna y relativamente vacía. Lo que la hace más atractiva es su zona costera.
Al principio me daba la impresión de que era una ciudad fantasma por la poca cantidad de gente que por ahí transita, tiempo después descubrí que la vida social de Montevideo gira en torno a la rambla (o malecón como lo conocemos aquí en el norte del continente), todas las personas están ahí reunidas para ver a sus amigos, a sus parejas, hacer deporte, tomar mate, bailar...
Era muy agradable la brisa del Río de la Plata. Lo que más disfruté a orillas del río fueron los atardeceres cálidos, llenos de colores y de cielos despejados. Fui ahí a finales del otoño, la sensación del sol en mi piel era agradable y taciturna.
A menudo sueño que regreso a Montevideo, sueño que veo sus atardeceres, que me paseo por la rambla o por la avenida 18 de julio, que visito los barrios más pobres. Justo hoy soñé con el amigo que me hospedó allá. Soñé que me quedaba de nuevo en su casa y teníamos el plan de salir por unas cervezas y caminar por la rambla... que fue justo lo que hicimos cuando yo estuve ahí.

El malecón de la Habana, Cuba
Creo que tengo una fijación con las ciudades costeras. Cómo no va a ser así si vivo a 2500 metros de altura en una ciudad alejada del mar. Veo el mar rara vez cada dos o tres años.
Me gustan los malecones porque la sensación de arena en mis pies no es una de mis favoritas y me permiten contemplar el mar y su furia sin tener que adentrarme a él.
El malecón de la Habana es peculiar porque, a su alrededor, hay casas de colores pastel, cuya pintura está carcomida por la brisa marina, sin embargo la arquitectura de las casas de La Habana -y del país en general- remontan a décadas. Es como si el tiempo hubiera quedado atrapado en esas casas.
El voltaje del lugar es bajo, así que en las noches las luces de las calles y las casas se ven mortecinas y amarillentas.
Al igual que Montevideo, la vida social de los habaneros gira en torno a los malecones, ahí encuentras amistades, amantes, extranjeros, jineteros y comerciantes reunidos, también ves a personas haciendo sus ofrendas a Yemayá o cualquier otro orisha.
La magia y la vida social comienzan en la noche, entonces mirar las luces de las casas reflejadas en el mar es como un sueño remoto, difuso y confuso. La brisa del mar y una botella de ron hacen que las noches en La Habana sean mágicas.

Salar de Uyuni, Bolivia
Todo el sur de Bolivia es lo más surreal y colorido del mundo. Es el lugar donde vi por primera vez la Vía Láctea sobre mi cabeza, vi la inmensidad del desierto de sal, vi lagunas de colores vivos, vi paisajes que no parecían de este mundo, comí comida deliciosa, sufrí mal de altura pero respiré aire puro.




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Acerca de la que escribe...

Mi foto
Cuando ustedes se acuestan cansados/as apagan la luz y se vuelven de cara a la pared. Yo siempre he tenido encendida la luz de mi alcoba. Sólo conozco el color del muro en las madrugadas.

**Nota

En esta nota declaro que las entradas marcadas con dos asteriscos (**) no son de mi autoría y/o son recopilaciones de distintas fuentes.


Gracias.

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