Me quería morir. Desperté con una resaca terrible, sentía el peso de mil cabezas sobre mis hombros, apenas podía distinguir lo que había a mi alrededor: la ropa sucia sobre una silla, el olor del baño que no había lavado en semanas, mi torso estaba desnudo y una botella de vodka vacía estaba cerca de mi mano izquierda, estaba en el sofá de ese departamento tan viejo y deteriorado que he estado alquilando por casi un año. Creía que era mi refugio, pero también lo transformé en un campo de batalla contra mí misma.

Me quería morir: sobre el escritorio estaban los miles de recibos de deudas pendientes, manchados de comida china de hace unos días. Mis escritos por corregir estaban en completo desorden, regados entre los trastes, ropa y todo lo que he estado acumulando en este tiempo en el que he tratado de esconderme de todos.

El casero estaba tocando insistentemente la puerta. Sabía lo que quería: le debo más de 5 meses de alquiler. él ha sido paciente y amable conmigo, pero la amabilidad y la paciencia se le han agotado. Seguía tocando y con cada golpe sentía que me taladraba la cabeza de la tremenda resaca que sufría en ese momento. No sabía ni qué hora era, ni en qué día estaba.

Me quería morir.