"En el amor, en la cárcel o en el hospital, recordemos que afuera hay otros mundos".

Adolfo Bioy Casares




Encuentros fortuitos

En una ocasión tuve que ir un sábado a la facultad a recoger unas cosas. Cuando me dirigía hacia la facultad, me acerqué al primer desconocido que vi y le pregunté un par de cosas y ese desconocido se ofreció a acompañarme, a lo cual no me opuse, no sé por qué. Después de haber recogido mi encargo, el desconocido en cuestión, cuyo nombre hasta ese momento no sabía, me preguntó si yo disponía de tiempo para charlar un rato con él y le dije que sí, no sé por qué. Buscamos un lugar donde pudiéramos sentarnos en el pasto y charlar.
Su vida era muy triste y miserable, pero nunca me causó lástima ni incomodidad, pero tampoco quería seguir sabiendo más de tan triste vida y le cambié el tema en numerosas ocasiones. Noté que el desconocido no dejaba de ver mi cabello hasta que finalmente me preguntó si podía tocarlo, eso fue raro para mí, al menos en México ningún desconocido había osado en tocar mi cabello por mera curiosidad. Le permití tocar mi cabello, no sé por qué.
Después de casi una hora de charlar supe su nombre.
Vi la hora y decidí que era momento de volver a casa, pero en ese momento se soltó una lluvia torrencial y no tuve de otra mas que ofrecer a ese desconocido un poco de cobijo prestándole un objeto que lo resguardó de la lluvia mientras caminábamos hacia el metro. Un vez ahí, el desconocido me dijo que quería seguir manteniendo contacto conmigo y bajo la lluvia sacó un lápiz y un papel en el cual me escribió su mail. Me despedí de él y le deseé buena suerte.

Nunca le escribí. No sé por qué.

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Cuando ustedes se acuestan cansados/as apagan la luz y se vuelven de cara a la pared. Yo siempre he tenido encendida la luz de mi alcoba. Sólo conozco el color del muro en las madrugadas.

**Nota

En esta nota declaro que las entradas marcadas con dos asteriscos (**) no son de mi autoría y/o son recopilaciones de distintas fuentes.


Gracias.

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