"En el amor, en la cárcel o en el hospital, recordemos que afuera hay otros mundos".

Adolfo Bioy Casares




Una pasión es una pasión

En el segundo año de la carrera tuve clases de filosofía. En una ocasión nos tocó exponer acerca de nuestras pasiones, lo cual en algunos casos resulta ser un tema complicado, pero de algo estoy segura: de esa tarea en particular conocí a tres tipos de personas:

° Los que ya sabían cuáles eran sus pasiones.
° Los que habían perdido interés en aquello que les apasionaba y, después de esa clase, reavivaron el interés.
° Los que nunca se habían planteado cuál era su pasión en la vida y terminaron descubriendo algo que les apasionara.

Yo encajé perfecto en las tres categorías, aunque hasta ese momento no tenía clara una definición de la palabra "pasión" y no tuve una que me agradara del todo, hasta hace unas pocas semanas que, ante la insistencia de mi amigo Nacho, finalmente me digné en ver la película El secreto de sus ojos. La definición que en la película se plantea se me quedó tan grabada que decidí concederle un espacio en el lado derecho de este blog, y ¿por qué no? Aquí también:

El tipo puede cambiar de todo: de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios... pero hay una cosa que no puede cambiar Benjamín: no puede cambiar de pasión.
Si hubiera visto esa definición de pasión en ese momento, habría hablado de otras cosas.
En esa clase conocí a personas que tenían pasiones que nunca había visto, desde aquel compañero que llevó tamales para toda la clase porque su pasión era cocinar, pasando por personas que aman el ánime, personas que admiran a cierta escritora decimonónica inglesa, aquella cuya pasión es la vida y la disfruta a cada instante, aquel cuya pasión es la literatura, la compañera que nunca dejaba su bicicleta, una amante del estoicismo, un sujeto que coleccionaba trípticos de cada museo al que iba, etc.  
En ese momento yo tenía clara al menos una cosa que me apasionara: viajar; una cosa en la cual había perdido el interés y hasta esa clase lo retomé: el mundo de Tolkien; y por último, había una cosa que nunca me había planteado y que un año después de tomar esa clase, llegó para quedarse: la lingüística.

Después de mucho tiempo, analicé mi situación y llegué a una conclusión: las tres cosas están relacionadas entre sí, de manera directa e indirecta. No importa cuánto haya sentido que me estaba desapegando de Tolkien, él ha estado presente en cada aspecto de mi vida: estudiar letras, inclinarme por la lingüística, la curiosidad que siento por otros idiomas, animarme a salir de mi zona de confort y vivir aventuras. Yo sé que el profesor Tolkien no era una persona aventurera, pero su entrañabale personaje Bilbo Baggins lo fue.
La lingüística y los viajes van muy de la mano en mi caso, me encanta escuchar las diferentes variantes dialectales que este continente alberga, encuentro fascinante cómo cambian abruptamente los acentos de región en región y cómo cambia la concepción de la vida de las personas por medio de las palabras, me agradó el choque lingüístico al ver que palabras que en mi entorno son ofensivas, en otros lugares son palabras comunes e inocentes. Me ha divertido el tener que esforzarme al hablar otra lengua en su ambiente, aprender unas cuantas expresiones en otros idiomas, escuchar idiomas que nunca antes había escuchado, ayudar a otros a aprender mi lengua materna, etc. Todas esas situaciones hacen de mis viajes algo único.

Cuando te encuentras a alguien que le apasiona algo, puede ocurrir una o todas las siguientes situaciones:
° Te atrae
° Te contagian sus ganas por hacer las cosas.
° Te provocan un vacío existencial.

Cuando siento que me estoy rindiendo, encontrarme con estas personas me devuelve al camino y me ayuda a ver en qué he errado. Algunas veces, siento atracción. En un hostal de Rio de Janeiro conocí a un físico médico (¿¡físico médico!?) el cual me habló de su trabajo y, aunque yo no entendía sus tecnicismos en portugués, por la manera en que habló sobre ello, con tanta entrega, no pude evitar que me atrajera de algún modo, aunque él no fuera el tipo de persona que generalmente me gusta. También me habló de muchos episodios de la historia de Brasil, cosas que yo no sabía y que no osé en investigar, también le ayudé un poco con su español.
De ese tipo aprendí una cosa: que no necesitas ser un alma libre y viajera para disfrutar lo que haces y lo que te gusta, pues él era una persona que prefería estar en su zona de confort, de hecho él no era de Rio de Janeiro, pero estaba ahí por trabajo. Él era del sur de Brasil. Le abrumaba un poco saber que mi único equipaje es una mochila enorme y pesada. Yo admiré su inteligencia y la pasión que le imprimía a su trabajo y que haya preferido quedarse en un hostal para conocer personas y no un hotel.

Son éstas las cosas que me apasionan: lo viajes y las palabras. Lo peor que me podría pasar sería quedarme encerrada para siempre en un lugar, sin posibilidad de ver otros lugares ni conocer a personas distintas a mí. Una vida así, sería una vida vacía para mí. Yo entiendo que hay personas como aquel brasileño que se sienten cómodas en sus casas, en la seguridad de lo cotidiano, que viajar les resultar perturbador. Yo lo entiendo, pero yo no podría vivir así. No podría.

Quítenme todo menos la libertad y la pasión.

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Cuando ustedes se acuestan cansados/as apagan la luz y se vuelven de cara a la pared. Yo siempre he tenido encendida la luz de mi alcoba. Sólo conozco el color del muro en las madrugadas.

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