"En el amor, en la cárcel o en el hospital, recordemos que afuera hay otros mundos".

Adolfo Bioy Casares




El reloj

 22/06/09

Ella caminaba por una calle por la cual no había transitado antes, el sol aún no se ocultaba del todo y los últimos rayos iluminaban los follajes de los árboles. Ella caminaba con cierta inquietud, pues el lugar era solitario, al doblar en una esquina se encontró frente a frente con un niño al cual miró directamente a los ojos, pero ya no pudo apartar la mirada de esos ojos y el niño la miraba con la cabeza gacha, pero levantando la mirada, una mirada de malicia. El cielo que era despejado, con rapidez inusitada comenzó a cubrirse de nubes que anuncian la tormenta, pero ella no podía apartar la mirada de esos ojos penetrantes, aún así podía darse cuenta de lo que sucedía a su alrededor. "El reloj", pensó, "¿dónde está el reloj?", sin apartar los ojos de esa mirada, se tentó la muñeca: lo había olvidado. En ese preciso momento, el niño comenzó a envejecer mientras sostenía la mirada. Finalmente, ella pudo dejar de mirar, sin dar crédito a lo que acababa de suceder, y siguió caminando.
El momento en que dobló la esquina, mantener el contacto visual, tocar su muñeca y el envejecimiento del niño, no había durado más de un minuto. Caminó sin creer lo que había sucedido, no miró hacia atrás, siguió caminando por calles por las cuales nunca había caminado en su vida, esperando encontrar alguna calle conocida. Perdió por completo la noción del tiempo, por olvidar el reloj en el buró. Ese encuentro que duró más de un minuto, le pareció que duró las horas, y esas horas años, años que se quedaron atrapados en la mirada de malicia de un niño que envejecía ante sus ojos.

1 comments:

Dyno Sheep dijo...

El tiempo, jamás podremos medirlo con exactitud; relojes se olvidan, se olvida el tiempo, relojes fallan, se detiene el tiempo… podemos envejecer en un minuto y jamás retroceder.
Precisamente escribí sobre el tiempo, pero exactamente de la forma contraria, la rapidez con la que ahora corre… alguien se detiene por un minuto y detiene al mismo tiempo la Luna por horas, pero sólo queda como un pastel tamaño personal.
P.D.: Escuché otra vez Nuestro Juramento aquí mismo y otra vez te extraño.

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Cuando ustedes se acuestan cansados/as apagan la luz y se vuelven de cara a la pared. Yo siempre he tenido encendida la luz de mi alcoba. Sólo conozco el color del muro en las madrugadas.

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En esta nota declaro que las entradas marcadas con dos asteriscos (**) no son de mi autoría y/o son recopilaciones de distintas fuentes.


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