"En el amor, en la cárcel o en el hospital, recordemos que afuera hay otros mundos".

Adolfo Bioy Casares




Día de Muertos para recordar (o como vivo estos días)

En varias ocasiones, cuando leo descripciones sobre las diferentes celebraciones que hay alrededor del mundo, me pregunto cómo se ven desde adentro, qué es lo que realmente pasa ahí. Sólo me limito a leer en qué consisten las celebraciones, cuánto duran y los elementos que la acompañan.

Cuando personas foráneas escuchan sobre la celebración del Día de Muertos saben que se trata de poner fruta, pan, flores y agua en una mesa y que existe en este país la creencia de que los muertos regresan cada año a visitar a sus familias. 


A algunos les suena familiar esta tradición y algunos otros jamás han escuchado sobre ella, por ejemplo, supe de una chica asiática que se horrorizó al escuchar la oración "comemos pan de muerto", porque ella creía que se trataba de un acto de canibalismo, hasta que le explicaron que el pan de muerto es un pan que se hace especialmente para esas fechas. En México hay más de 300 variedades de pan de muerto, dependiendo de la región en la que te encuentres. Ésta por ejemplo, es la variedad más conocida y está presente en el altiplano mexicano: 


Las cuatro protuberancias que rodean al pan representan a los huesos de los muertos y la bolita del centro es el cráneo. Ahora su nombre tiene más sentido, ¿cierto?

Algunos otros no pueden concebir la idea de pasar toda la madrugada en el cementerio limpiando y cuidando la tumba del ser querido, se les eriza la piel de escuchar eso, pero hay otros que van a la isla de Pátzcuaro en el estado de Michoacán, o algunos otros van a Mixquic a ver ese "espectáculo". Hay otros tantos que no consiguen entender cómo es que hay figuras de cráneos hechos de chocolate o alfeñique adornando las ofrendas, etc.

Lo que causa desconcierto y/o fascinación a otros, para nosotros es de lo más normal. A mí me parece algo muy natural que cada noviembre ponga ofrenda en casa y espere a mis familiares que han fallecido. Ahora bien, yo no soy de las personas que creen en fenómenos paranormales ni mucho menos en fantasmas, vamos, ni siquiera creo en Dios, pero las tradiciones son fenómenos culturales que se transmiten de generación en generación. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que mis padres me inculcaron el llevar a cabo esta tradición desde que era un bebé, yo crecí bajo la creencia de que nuestros familiares vienen de un lugar al que llaman "más allá" mucho antes de que me introdujeran a la religión, de la cual me he desasido. Tengo muy arraigado ese pensamiento y en verdad creo en el regreso de los muertos, es más, si tengo hijos y nietos, les voy a infundir esta tradición y cuando muera, quiero que en mi ofrenda pongan una fotografía mía junto a una taza de chocolate con agua y un plato con el arroz sorpresa que mi madre solía hacerme y, si se puede, que haya una grabadora que toque la canción mixteca

Desde mi particular punto de vista, considero que el Día de Muertos une más a las familias que la Navidad, esto lo atribuyo a que yo no celebro la Navidad con mi familia, pero al menos en el lugar donde vivo, en el Día de Muertos la familia se reúne para la colocación de la ofrenda y se asignan tareas diferentes a cada miembro, por ejemplo, mi madre, mi hermana y yo vamos al mercado a comprar la fruta, el pan, el adorno y la velas, mi padre se encarga de comprar el sahumerio (una resina de árbol que cuando la enciendes, suelta un aroma muy agradable) y el ocote (leña obtenida de un árbol del mismo nombre) y mientras ponemos la ofrenda, mi padre prende el sahumador (recipiente en el que se coloca carbón para encender el sahumerio) y después de eso nos sentamos a contemplar la ofrenda mientras el agradable olor del sahumerio inunda la habitación.

Este año pusimos la ofrenda en la cocina y después de contemplar nuestra obra, mi madre y yo fuimos a hacer unas compras de último minuto y mientras caminábamos por las calles me dí cuenta de que esos son los únicos días en los que las puertas de las casas están abiertas y las calles huelen a sahumerio y a flor de cempasúchitl, también se respira una atmósfera diferente, porque son esos los días en que los vivos convivimos con la muerte y en los que al menos, la tristeza es lo último que viene a nosotros, porque sentimos a nuestros seres queridos muy cerca, como si todavía estuvieran vivos. En la noche mis padres y yo salimos a ver una representación teatral relativa a estos festejos e incluso jugué pelota purépecha.


Después volvimos a casa y nos sentamos a la mesa a un lado de la ofrenda, tomamos café y estuvimos platicando mucho rato. Hacía tiempo que no platicaba tranquilamente con mis padres en la mesa, no dejábamos de voltear a ver la ofrenda, a momentos se hacía un silencio que se rompía con un sorbo de café. Mi madre comenzó a recordar algunas canciones que su abuelo solía cantar y llegó la hora de las complacencias musicales: prendí la computadora y busqué cuantas canciones me pidieron mis padres (la mayoría eran rancheras) y estuvieron cantando juntos un rato. Nunca los había escuchado cantar juntos, yo no quería levantarme de mi asiento y quería que ese momento durara para toda la vida... y ya que eso no fue así, voy a guardar ese recuerdo mientras la vida me alcance.

El Día de Muertos tiene un efecto tranquilizador que lo hace especial, son los días en los que recordamos a nuestros familiares que ya no están entre nosotros, pero no los recordamos con nostalgia, los recordamos con alegría. Los días no se tiñen de tristeza, al contrario, la alegría se refleja en nuestros rostros al pensar que nos están visitando nuestros seres queridos, las ofrendas son coloridas y olorosas, vamos, hasta el adorno de papel picado luce los colores más exóticos que reflejan el ingenio mexicano, los panteones se plagan de gente, comida y mariachis. Las familias hacen preparativos como si de una fiesta se tratara: compran adornos, comida, limpian el lugar donde se pondrá la ofrenda, llevan el maíz a los molinos para hacer suculentos tamales, hacen platillos especiales, algunos compran botellas de tequila para ponerlas en las ofrendas, otros apartan su pan de muerto con anticipación, otros tantos van a abastecerse de flores de cempasúchitl,etc.  Son los días en los que convivimos con la muerte, le rendimos homenaje, pues viene año con año a recordarnos que no podemos escondernos de ella y para que no sintamos el trago tan amargo, nos trae a nuestros seres queridos para que disfrutemos su compañía durante un par de días.


Fuente de las imágenes: google.

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Cuando ustedes se acuestan cansados/as apagan la luz y se vuelven de cara a la pared. Yo siempre he tenido encendida la luz de mi alcoba. Sólo conozco el color del muro en las madrugadas.

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