"En el amor, en la cárcel o en el hospital, recordemos que afuera hay otros mundos".

Adolfo Bioy Casares




El mundo es un lugar feo

Creí que sólo dejarías la playera y te irías.

Fue así como comenzó todo y fue así como tontamente terminé todo.

En teoría solamente me dejarías la playera y después de decirme que no habías logrado conseguir la dirección de tu amigo, volverías al día siguiente antes de que yo partiera a Trinidad, me darías la dirección y te despedirías de mí con un apretón de manos o un abrazo indiferente y me desearías un buen viaje y que nunca me olvidara de la Perla del Sur. Entonces yo volvería a México y quedarías plasmado en mi diario de viaje como el favor que le hice al chico que conocí en la fila del ETECSA. 
Sí... eso es lo que debió pasar. Pero no. En vez de irte me preguntaste "¿Ya cenaste?" y aunque yo decliné tu invitación de manera discreta, decidí que quería conocerte y te invité a volver. Y volviste. Volviste para quedarte, para quedarte en mis recuerdos más recurrentes de Cuba, para quedarte plasmado en estas letras que sé que nunca vas a leer y que no vas a entender, porque escribo todo lo que no te dije. 

Odié no haberme despedido de ti como la primera vez que nos despedimos. Odié esa aburrida tarde de domingo que estuve en tu casa jugando juegos de mesa hasta que me dio sueño y me fui a dormir. Odié que tomaras siesta en vez de salir conmigo, pero sé que hubiera arriesgado a ti y a tu madre si yo salía a la calle de día. Odié todo ese domingo, desde que me desperté y fuiste a dejarme café a la cama hasta la noche cuando estuvimos en tu azotea viendo aviones aterrizar. Odio ese domingo porque dije las palabras que no debía decir. Odié toda esa quietud y tranquilidad de tu hogar. Odié haberme aburrido en vez de aprovechar tu compañía. Me aburrí porque nunca entendí tu mundo y hasta el día de hoy no logro entenderlo, porque ese mundo tan tuyo yo lo viví años atrás. Me abrumó ver cómo llevas una vida tan simple, tan tranquila, y que no necesitas de muchas cosas para ser feliz. Tu vida fluye tan pausada y en un eterno estado de reposo... en cambio yo, no puedo estar en un sólo lugar, no puedo estar sin hacer nada porque al menos en mi mundo siempre hay algo que hacer, porque así me lo demandan las personas que me rodean, así me lo demanda el tiempo, porque hasta los domingos en la tarde tengo cosas que hacer.
Hace mucho tiempo que no había tenido tiempo para perder el tiempo. Hace mucho que no me perdía en la cuenta de los días... hasta que me dijiste que era domingo.
Al volver a casa me dí cuenta de que es demasiado grande y que tengo infinidad de objetos inútiles. También supe que mi vida no es tan tranquila como yo pensaba. Cargo conmigo el estrés, la ansiedad y la frivolidad de cualquier citadino.

El mundo es un lugar feo cuando te enamoras. El mundo se convierte en un lugar desesperanzador e inseguro. El mundo pasar de ser algo misterioso y fascinante a un lugar inhóspito lleno de peligros.

Yo no podría vivir en la insoportable pasividad de tu vida, no. Allá afuera hay más lugares que quiero ver, más personas que quiero conocer, otros puntos de vista que debería considerar. Cuando te enamoras quieres estar en un sólo lugar. Pero no te preocupes: ese enamoramiento se está pasando y en breve volveré a la ruta.

El mundo a vuelto a sonreírme.

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Cuando ustedes se acuestan cansados/as apagan la luz y se vuelven de cara a la pared. Yo siempre he tenido encendida la luz de mi alcoba. Sólo conozco el color del muro en las madrugadas.

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